Sin embargo, en la Era Isabelina (1533-1603) apareció una nueva moda: como la reina Isabel tenía un cabello de color dorado-rojizo, muchas mujeres comenzaron a teñirse con el mismo tono, o usaban pelucas de tonos rojizos. Todo esto volvió popular el teñirse cejas y pestañas de tonalidades rojizas.

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Para hacerlo, usaban tinturas peligrosas; una de ellas era una mezcla de jugo de ruibarbo y aceite de vitriolo; el vitriolo es ácido sulfúrico puro. Este tipo de tinturas cáusticas y corrosivas causaban frecuentemente caída de cabello o serios daños en el cuero cabelludo

Aunque resaltar las pestañas no era una práctica recomendable para una mujer respetable en la Edad Media y en el Renacimiento, igual encontraban formas de oscurecer sus pestañas (o las pocas que tenían) secretamente, con bayas machacadas o con hollín obtenido de las chimeneas.

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Durante la Era Medieval, e incluso en el Renacimiento y hasta el siglo 18, las pestañas no eran estilizadas. Las mujeres, en general, se removían las pestañas y las cejas para darle más relevancia a su frente, que, en esa época, era el rasgo facial femenino más importante

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Las mujeres no debían exhibir su cabello en público, y mediante varios edictos eclesiásticos, la Iglesia Católica condenó esa práctica como una ofensa a Dios y a la Iglesia, y un pecado. Obviamente ésto incluía cejas y pestañas. En general, el uso de maquillaje en el rostro de las mujeres era una costumbre de las prostitutas.

El cabello, en la mujer, era considerado un rasgo erótico. En la Edad Media, mientras más prohibiciones se promulgaban, menos cabello se mostraba.

 

 

 

 

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